martes, 28 de enero de 2014

Los elementos de la noche; La cosa…

«There are no dangerous thoughts for the simple reason 
that thinking itself is such a dangerous enterprise.»
Hannah Arendt

La madrugada del día de Ramos un ejercito avanzaba en la niebla…  por la mañana del día siguiente, había un nuevo rey. (Crónica de la guerra de las Rosas)

Parece que sólo la muerte puede ser el narrador en la crónica de la vida. La realidad se construye a partir de las palabras, mismas que traducen el dolor y la desolación, en melodramas mundanos, la tragedia de la vida tiene un desenlace: la muerte… El rostro desnudo la espera con su oleaje infinito.


  La cosa
Bajo las líneas que aquí yacen
hay una criatura acostumbrada a combatir
contra el dolor, contra la muerte.
Tal vez por ello amó melodramas,
historias lamentables de sus contemporáneos,
con desesperación, como se dice.
Como un borracho lento caminó por las calles,
tambaleó sosteniendo el peso de la vida,
de su rostro sólo supo cómo ya no iba a ser.

Ese rostro besaba entre el oleaje de la noche.

J. Gelman

 
En ocasiones sin necesidad de un narrador los poemas ante el peligro de pensarse a si mismos, acompañan la vida, su crónica. La realidad se construye a partir de las palabras, mismas que traducen el valor y la ética,  en melodramas mundanos, la tragedia de la vida tiene un desenlace: la muerte… pero son pocos los que la abrazan sin confundir lo que está bien, con lo que les conviene, los que sin amo ni señor, son vasallos sólo de la verdad, sin negociar un lugar en la Real Academia de la Lengua o dar vuelta como perro que busca sentarse, exploran la verdad y la noche. Los huesos no vuelven nunca pero las ideas dejan sembrado el peligro de la razón ante la indignación…

 Los Elementos de la noche

Bajo el mínimo imperio que el verno ha roído
se derrumban los días, la fe, las previsiones.
En el último valle la destrucción se sacia
en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.

La lluvia extingue
el bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su veneno.
Las palabras se rompen contra el aire.

Nada se restituye, nada otorga
el verdor a los campos calcinados.

Ni el agua en su destierro
sucederá a la fuente
ni los huesos del águila
volverán por sus alas.

J. E. Pacheco  


«Con esas manos de quererte tanto pintaba en las paredes…
bordaba la esperanza montonera…
que buen vasallo sería, si buen señor tubíera…
la montonera…»
Serrat