jueves, 25 de julio de 2013

Holy Sonnets: Death, be not proud …(Estas miserias humanas)

 A Georgía, por ese ademán de «yo pienso».
«Hay quien, al tomar la cicuta; ¡Espera que sea el otro quien muera!» 
Proverbio Latino
“…but that is not what I have found.
I found it is the small everyday deeds  of ordinary folk that keep the darkness at bay. 
Small acts of kindness and love.”   
J. R. R. Tolkien, (The Hobbit)
 
Noche de fiesta por toda ciudad, hay motivo de orgullo, una victoria para celebrar, ¿qué es? La simple sensación de logro, justicia, igualdad o superioridad, alcance, pertenencia o legitimación.
Casi como si se tratase de su propia consciencia, son tantas y tan evidentes las referencias que hicieron los autores isabelinos que forjaron el orgullo británico; como William Shakespeare, Ben Jonson, Jon Milton, Andrew Marvell, Henry Vaughan, Henry Purcell, William Byrd, John Dryden, Thomas Tallis, John Dowland, entre los más conocidos; a los llamados «Metaphysical Poems» (poemas metafísicos) de John Donne que seguramente harían una reverencia a su paso o, a la simple mención de sus palabras.
Dos, ahora clásicos del cine, retomaron rimas, frases o versos de los «Holy Sonnets» o (Sonetos Sagrados), en algunas líneas para componer sus guiones. Basada en la novela más importante y emblemática, no sólo sobre «la guerra de España» sino sobre la guerra en sí: «For Whom the Bell Tolls» (Por quien doblan las campanas), el guión estuvo a cargo de Ernest Hemingway, implacable autor de la novela, cuyo título procede de la «Meditación XVII» de «Devotions Upon Emergent Occasions» (), del mencionado poeta: ("No man is an island, entire of itself; every/ man is a piece of the continent, a part of the/ main. If a clod be washed away by the sea,/ Europe is the less, as well as if a promontory/ were, as well as if a manor of thy friend's or/ of thine own were: any man's death diminishes/ me, because I am involved in mankind, and/ therefore never send to know for whom the bells/ tolls; it tolls for thee."); la cinta es dirigida y producida por Sam Wood, 1943; así como la malicia no es el mal en sí mismo, sino sólo aquello que lo despierta, lo que lo atrae: el Orgullo, es ese fantasma que recorre a los personajes y a las situaciones en todo momento, dejando en ellos la decisión del actuar y cada uno a su manera, con sus propios recursos, se enfrenta a sus demonios… La segunda, que es además la revelación de uno de los dos mayores genios del cine: «Det sjunde inseglet» (El Séptimo Sello), Ingmar Bergman, 1957; aquí el orgullo se instala en lo otro, lo que se hace, lo que se tiene, en este caso la fe y, no en sí mismo, en lo que se es; hasta que todo pierde sentido; entonces el personaje ya en prisión se mantiene vivo sólo en este orgullo. El dialogo hace referencia a los poemas de John Donne, haciendo la versión opuesta, como un espejo; en el cuestinamiento de cada afirmación, mientras juega ajedrez con la muerte, pregunta: «¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿Cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de nosotros, los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo a pesar de todo una realidad, que se burla de mí y de la que no me puedo liberar? ¿Me oyes?» Y «—Te oigo.» Es la respuesta de la muerte. En la cinta para televisión, «Wit», Mike Nichols, 2001; con una extraordinaria visión de cómo el orgullo se derrumba al aceptar un destino, cuando es inevitable y, como es que lo que transforma al destino, es «el cómo» se vive con él, el guión está prácticamente basado, en los sonetos metafísicos. En las tres historias, el personaje pretende ser no más que eso «un personaje», en vez de una persona y, acaban los tres, muriendo en la absoluta desolación, sin piedad, sin libertad, sin amor, sin compañía. Así es el mundo del cine, de la ficción, de la novela, de la poesía, incluso el de las ideas; ahí se puede hablar con la muerte y, ésta escucha y responde. Al poner el orgullo en los hechos o las pertenecias y, fuera del sujeto, que es lo que sucede en la realidad donde, si no miramos a quienes están a lado, incluso a nosotros mismos, para escuchar(nos), entonces sí estamos solos y, no importa ya, por quién doblan las campanas.
El siguiente es uno de los veinte sonetos con los que el poeta metafísico dialoga con la muerte, donde a su modo de ver expone como el orgullo, es indigno, incluso para ella:

Holy Sonnets:
Death, be not proud

Death, be not proud, though some have called thee
Mighty and dreadful, for thou art not so;
For those whom thou think'st thou dost overthrow
Die not, poor Death, nor yet canst thou kill me.
From rest and sleep, which but thy pictures be,
Much pleasure; then from thee much more must flow,
And soonest our best men with thee do go,
Rest of their bones, and soul's delivery.
Thou art slave to fate, chance, kings, and desperate men,
And dost with poison, war, and sickness dwell,
And poppy or charms can make us sleep as well
And better than thy stroke; why swell'st thou then?
One short sleep past, we wake eternally
And death shall be no more; Death, thou shalt die.

 John Donne,
 Londres 1572-1631

 
Lo que le da sentido a una nación, no es su riqueza, es el orgullo por su propia gente, los hechos consumados por alguien, que sobresaliendo a lo común, supera la adversidad, denuncia o enfrenta a la injusticia o, reta al imposible y, lo hace por los demás; a esto es a lo que llamamos valor o valentía. El símbolo que es la palabra encierra en su significante más de lo que su definición contiene, cuando la palabra «valor» sobrepasa sus propios límites, ya sea en precisión o por extensión y no alcanza a definir la acción o emoción humana; es por sí misma rebasada, como si se tratase de la paradoja de Protágoras donde nadie puede tener razón alguna y, la impecable lógica, se cae… Cuando las acciones carecen de ésta, se establecen en «lo otro» y, el pensamiento junto con su inteligencia favorecen a la sinrazón; ese es el Orgullo (del catalán orgu, a su vez del francés y éste del griego. En latín como pecado capital se denominó, uperèphania que viene otra raíz griega υπέρèφάνεια, algo así como hacer mayor una manifestación, sinónimo de Ufano, pero la diferencia es que este permite la alegría de lucir y galantear, mientras el otro siempre sobaja; aunque ambos comparten junto con otras palabras, tales como erigir y orgasmo, el origen griego orgaú, οργαú, hinchazón). El Orgullo es el alimento del odio, pero se trata de un odio poco común, el que nace de la repetida humillación (abuso que carece de la cualidad de un pensamiento que responda a una lógica, ya no común, tan sólo inteligible); infringida por quien debiese por situación o naturaleza entregar lo contrario: respeto, comprensión, fraternidad e igualdad; un odio a lo que se «es» fundamentado en perversiones y miedos; que condiciona al otro a ser aquello que de sí se espera, por «orgullo», por encima de su «Ser» mismo. Pero ésta perversión es también un modo de educación o entrenamiento para la supervivencia del grupo y/o, del sistema que lo sostiene, se traduce en castas, clases, razas y demás diferencias mundanas, tan reales como inexistentes, tanto al interior como para con el exterior, entre los diversos grupos y comunidades humanas. En el más puro sentido psicológico «un orgullo» es el acto más egoísta del «deber ser». Ésta mezcla de pasión y miseria humana, se convierte en el mayor aislamiento posible para un ser humano, peor que la muerte, es «el desprenderse de sí mismo».
RP

«—¿Tú hiciste eso?— Preguntó el oficial de la SS.
—No, lo hicieron ustedes.— Respondí».
Pablo Picasso
 
«…no era necesario ametrallar a la población civil, movilizar aviones durante tres horas ni lanzar bombas incendiarias. Para más inri, el puente de Guernica no fue alcanzado, 
y al terminar el bombardeo permanecía intacto».
 Josep Maria Solé i Sabaté



Traducción.

Muerte, orgullosa no seas, aunque te hayan llamado
Poderosa y espantosa, pues no lo eres.
Porque aquellos que tú piensas que has abatido
No mueren, pobre muerte, ni aún a mí puedes matarme.
Del descanso y del sueño, que son no más que tus imágenes,
Mucho placer, luego de ti mucho más debe surgir.
Y pronto nuestros mejores hombres contigo van
Descanso de sus huesos y liberación de sus almas.
Son esclavos del destino, del azar, reyes y hombres desesperados
Y con el veneno, la guerra y la enfermedad moran.
Y también pueden la amapola y los encantamientos hacernos dormir
Y mejor que tu golpe. ¿Por qué te envaneces entonces?
Pasado un corto sueño, despertamos eternamente,
Y la muerte ya no habrá más. Muerte, tú morirás.

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