jueves, 19 de julio de 2012

Diurno para un poema enlutado, (Juan Bautista Villaseca)




Hoy se presenta, editado por ( T · D ) y conocido simplemente como «El Villaseca»

Libro de poemas de Juan Bautista Villaseca. Desconocido el autor y su obra, el hallazgo de sus poemas, ha conseguido entre otras cosas, reunir las familias del poeta; recuperar uno de los mas importantes poetas del pasado siglo que haya nacido en México.

Su obra junta la frescura de M. Hernández con la rima apasionada de F. García Lorca y adhiere un gesto de desencanto, muy local, poemas remojados en esa estética de la muerte a plena luz (Diurnos, los llama él mismo), que sólo se da en México.

Poemas escritos en el periodo de la llamada guerra sucia, poemas del pueblo, paralelos a los éxitos de Sabines y Paz, y nada hay en de esto en ellos, su voz es universal y abierta, su denuncia es la condición humana, y su tema pasión de existir, pese a lo que pese…



Diurno para un poema enlutado


Hay poemas que se parecen a la muerte,
son tan silvestres
que nos traen de pronto la ceniza,
bajan de una vida que no pesa,
que se recarga entre los sucios huesos,
rascan la piel,
golpean la serpiente del intestino hambriento;
hay poemas que se parecen a los ríos desnudos,
a una cama sin rosas,
a un niño paralítico en medio de su infancia;
hay poemas como este que yo quiero escribir,
versos tiesos de llanto,
versos que pisan una tarima herida
de esta casa inundada de trampas por el mundo. 

Hay poemas que se parecen a la muerte,
poemas rojos de agonía
donde la vida cae como un ganado estéril
cansado de pastar su desventura,
versos que fácilmente olvidarían
el magistrado,
el ingeniero turbio de los dólares,
y alguno que otro estúpido condecorado en la política,
porque esto es necesario,
hay que hablar de los cines,
del prostíbulo verde que sonrió alguna noche,
de cómo nos fue ayer y nos irá mañana,
de cómo nos hacemos pendejos con la flor en las manos,
mientras los hospitales,
los mercados enfermos de pobreza,
los niños que se arrastran en los años,
están afuera de la tierra,
afuera de la luz,
lamiendo los orines
que de limosna dejan caer los millonarios,
mientras afuera del campo
se ha olvidado otra vez de Quetzalcóatl.

Hay poemas que se parecen a la muerte.

Uno se busca en medio del cadáver.

Cuando saca las manos a la vida
se encuentra caminando con un hermano muerto
colgándonos del hombro.

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