jueves, 3 de abril de 2014

Full moon at Tierz: before the storming of Huesca. En los campos de Huesca.


Por favor, a quien recuerde la guerra, que le saquen un ojo…
Pero a quien se le olvide, que le saquen los dos
(Esto, se leía en una pinta en Barcelona, aún en el ´93).



No por amor, por envidia… se va a la guerra con la sensación de inseguridad entre distintos miedos, propios y ajenos, que se suman a la estupidez que mantiene «lo establecido», como la «única» forma posible y válida de existencia. Lo bueno y la malo, desde la perspectiva propia, son la medida de las cosas y la razón se somete a la fuerza.

En el contexto de una conversación, a riesgo de perder un ojo, sin pretención alguna, saltó un argumento que podría ser en esencia profano: —Es una de las pocas guerras justas que ha habido en la historia… La respuesta, súbita y sin demora: —¡No hay guerras justas! ¡Eso no es posible!— Pero luego de un largo silencio, inmensurable, se desataron las preguntas: —¿Qué es o como sería una guerra justa? ¿Es acaso posible? ¿Acaso entre los horrores y consecuencias de la guerra, puede haber justicia?… Los niños siempre están jugando a la guerra, la fuerza, la destreza, la habilidad de vencer, la estrategia, el honor, poco tienen que ver con los motivos de un conflicto. La guerra es una actividad intrínseca a la cultura humana, de hecho la historia como nos la hemos contado es la del poder y las guerras que lo sustentan, los imperios y sus conquistas, sus horrores sólo se exhibieron al público por primera vez hasta Crimea, no porque no se conocieran antes, Cesar llevaba los genitales de los galos en su estandarte, sino porque los conceptos de violencia, horror y humanismo han dado otra consciencia, transformando incluso la idea de la guerra, quizá hace doscientos años cuando se educaba para la guerra como la máxima expresión de valor, honor o de la idea de patria y nación; el argumento en sí mismo no tendría sentido alguno… donde el ejercito está oculto en lo civíl y aparece como si fuese el agua bajo la tierra, la fuerza invisible que sostiene todo el orgullo y toda la nobleza de un pueblo.

Sloterdijk, hace unos años publicó un texto sobre la ira y el tiempo, argumentando que los viejos demonios andan sueltos, que la ira es la primera palabra de Europa: «Canta, oh diosa, la ira del pélida Aquileo…» Sin embargo insisto a todas luces, la primera palabra de occidente es, canta, pero qué ¿siempre cantaremos la ira?


Lo más humano de lo humano, es la mezquindad y la violencia, educamos en la violencia imponiendo nuestra propia debilidad y miedos, las miserias que nos gobiernan se apropian del derecho sobre todo y todos. En el mundo de la razón, donde la lógica gobierna, intentamos con nuestra tecnología, que para existir destruye al ecosistema y nos aisla de él, salvar al ecosistema de nosotros mismos; para preservar un sistema basado en la destrucción, en la violencia, tanto activa como pasiva, que es la que lo sostiene y sustenta.

En el teatro de la vida, necesitamos a los demonios para cargarles la culpa de nuestra mezquindad: el Te, el Chicle, el Tabaco, el Alcohol, la Mariguana, el Comunismo, el Dinero, el Consumismo, la Educación, la Libertad, la anarquía, el orden, las religiones, nada tienen del «Mal» en sí mismos, ni contienen en esencia culpa alguna.

Es la capacidad para defenderse o la emoción de vencer, pero toda la química del cerebro es invadida por la testosterona, en la libertad de matar se desata la expresión misma o máxima de la violencia, es la relación personal, discreta e íntima con el miedo y el dolor. La iniciación que implica provarse ante ello, soportarlo, literalmente sobrevivirlo.

La guerra o su fantasma, es la forma para someter o controlar al otro y, o, desgastarlo; para tomar el control de sus recursos y obligarlo así a consumir productos que sólo enriquecen a los provocadores. Sirve también para contener o destruir costumbres o ideas, consideradas «nocivas», para las propias; también para expandir las propias o el territorio o para imponer un orden o control sobre esos otros. Y así, siempre sostener el incremento o progreso productivo y su consecuente emoción: el poder. Toda actividad humana está ligada a una ecnomía y ésta a su vez a los intereses de unos cuantos.

La guerra como oficio, ¿cuándo deja ser «la defensa legítima del derecho (esto incluye ideas y libertades) o del territorio propios»? ¿Cuándo es la expresión y consumación de la envidia? ¿Cómo es que un nosotros se traduce a no-otros? Una vez asegurada la supervivencia, desde el ínstinto de conservación de la especie, hasta la mezquindad en sus orígenes, como consecuencia directa de la necesidad de expansión de la «emoción de poder», cuando esta emoción pierde su incremento, ante la estabilidad o por el decaimiento progresivo, propio de todas las emociones y de los procesos químicos o físicos que las producen o provocan (inspiran).




«De todas las historias de la Historia la más triste sin duda es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios,
quisiera terminar con esa historia de ese país de todos los demonios»

Jaime Gil


"It was in Spain that [my generation] learned that one can be right and yet be beaten, that force can vanquish spirit, that there are times when courage is not its own recompense. It is this, doubtless, which explains why so many, the world over, feel the Spanish drama as a personal tragedy."

Albert Camus


En España, en esa República, hija de la indignación desde los años de Lucrecia, como nos lo recuerda Sloterdijk; es la idea misma de ella, lo que se perdió en esa guerra. La Segunda República Española, apuntalaba libertad sin violencia, ni ira y, puso en jaque toda la idiosincrasia de la época en Europa, desde la monarquía, al comunismo, más sobre todo al fascismo, que entoces y casi de «mode» se saboreaba como la «única» solución a un reinante y desolado desorden que en su «tregua», había dejado la guerra en Europa o como la denomina la historia, La Gran Guerra.


Full moon at Tierz: before the storming of Huesca.

The past, a glacier, gripped the mountain wall,
And time was inches, dark was all.
But here it scales the end of the range,
The dialectic's point of change,
Crashes in light and minutes to its fall.

Time present is a cataract whose force
Breaks down the banks even at its source
And history forming in our hands
Not plasticine but roaring sands,
Yet we must swing it to its final course.

The intersecting lines that cross both ways,
Time future, has no image in space,
Crooked as the road that we must tread,
Straight as our bullets fly ahead.
We are the future. The last fight let us face.

© Rupert John Cornford. All rights reserved

Luna llena en Tierz, antes de el asalto a Huesca.
(Sin traducción).



En los campos de Huesca.

En los campos de Huesca
donde la luna llena lanza sombras claras
como la luz,
la inocencia de esta llanura silenciosa
pronto se deshará con sudor y sangre y dolor
cuando nuestra posición se gane o se pierda.
La misma noche cae sobre Alemania
Y la imparcial belleza de las estrellas
ilumina desde el cielo insensible
Oraniemburgo, y las cicatrices de la libertad.
No podemos hacer nada para aliviar el dolor
más que demostrar que la agonía no ha sido en vano,
entendamos lo antes posible
que la libertad nunca se defiende sin luchar.

Rupert John Cornford murio pocos días después de escribir esto, en la guerra de España, junto a el murió en europa la idea de una república sin ira, sin violencia.

No existe tal cosa como ganar una guerra, en el mejor de los casos, se consigue la Paz.